Este investigador del NIH, físico y doctorado en biofísica, acumula ya una buena cantidad de investigaciones y publicaciones, muchas de ellas relacionadas con la obesidad. Uno de los hechos que probablemente más popularidad le han aportado es el haber sido seleccionado para el equipo científico de NuSI, la iniciativa que creó el conocido periodista defensor de las dietas bajas en carbohidratos Gary Taubes para la investigación sobre nutrición (en concreto sobre los principios e hipótesis en torno a estas dietas). A pesar de que Hall siempre ha dejado claro su escepticismo sobre el tema, los responsables de NuSI le asignaron liderar un primer ensayo piloto sobre la posible existencia de la supuesta "ventaja metabólica" de las dietas muy bajas en carbohidratos o cetogénicas.
Divho estudio finalizó el año pasado y se publicó con el título "Energy expenditure and body composition changes after an isocaloric ketogenic diet in overweight and obese men" (2016) . Y como pueden comprobar en las conclusiones del mismo, los resultados no fueron todo lo favorables que esperaban los defensores de las dietas low-carb, más bien al contrario. Y para dejar bien claras sus conclusiones e ideas, Hall además publicó poco después el artículo "A review of the carbohydrate-insulin model of obesity" (2017), volviendo a criticar la hipótesis que suelen utilizar los low-carbers para explicar la obesidad, el llamado "modelo carbohidratos/insulina", algo que supongo no hizo ninguna gracia a Taubes y compañía.
Como imaginarán, estas publicaciones han generado durante los últimos meses un intenso debate (e incluso enfrentamiento) entre diferentes corrientes pro y anti low-carb, que ahora no voy a entrar a detallar, aunque pueden ver una pequeña muestra en el intercambio de opiniones ocurrido en los comentarios Pubmed Commons entre el propio Hall y el también conocido investigador David Ludwig o en los artículos que escribieron sobre el tema Michael Eades o Stephan Guyenet.
Bien, les cuento todo esto porque en este post lo que les traigo es una traducción de un nuevo trabajo de Kevin Hall, que se acaba de publicar hace tan solo unos días y he pensado que antes de leerlo convenía ponerles al día. Considerando las circunstancias que les he comentado, entenderán por qué el texto tiene algo de morbo.
Se titula "Obesity Energetics: Body Weight Regulation and the Effects of Diet Composition" (2017) y podríamos decir que es una especie de actualización y revisión general sobre el enfoque energético de la obesidad.
Sin más preámbulos, aquí lo tienen:
"La obesidad se describe a menudo como un desorden del equilibrio energético debido al consumo de calorías más allá de la energía necesaria para mantener la vida y para realizar trabajo físico. Aunque este concepto de balance energético es un marco útil para investigar la obesidad, no proporciona una explicación causal de por qué algunas personas tienen obesidad o qué hacer al respecto.
En particular, la prevención de la obesidad es a menudo erróneamente descrita como una simple cuestión de contabilidad, en la que la ingesta de calorías debe ser igualada al gasto de calorías. Bajo este modelo de "calorías que entran-calorías que salen", el tratamiento de la obesidad equivale a aconsejar a la gente simplemente comer menos y moverse más, inclinando así la balanza del equilibro de las calorías y dando como resultado la pérdida constante del peso acumulado, según la regla - ampliamente conocida, pero errónea - de 3500 kcal por libra de grasa. El fracaso en la pérdida de peso implica por lo tanto que un individuo carece de la voluntad necesaria para mantener un cambio en el estilo de vida durante un período de tiempo suficiente.
Sin embargo, esta visión ingenua es incorrecta porque considera la ingesta y el gasto de energía como parámetros independientes que se pueden ajustar a voluntad y que posteriormente, permanecen estáticos, sin estar influenciados por señales homeostáticas relacionadas con la pérdida de peso. Ahora entendemos que el consumo de energía y el gasto son variables interdependientes que se influyen mútuamente y de forma dinámica, junto al peso coporal. Los intentos de alterar el equilibrio energético a través de la dieta o el ejercicio son contrarrestados por adaptaciones fisiológicas que evitan la pérdida de peso.
Esta revisión se centra en nuestra comprensión actual de los componentes del equilibrio energético humano y en los procesos fisiológicos que actúan para evitar la pérdida de peso. Además, abordamos la cuestión de si todas las calorías de la dieta son iguales, en cuanto a los efectos de los carbohidratos, grasas y proteínas en el equilibrio energético, en el peso y en la composición corporal. Finalmente, se comparan tres modelos conceptuales de regulación del equilibrio energético y se examinan las implicaciones para la dinámica del peso corporal humano y del tratamiento de la obesidad.
Componentes del gasto energético
Hay tres componentes del gasto energético diario: el efecto térmico de los alimentos, el gasto en actividad física y el gasto energético en reposo (Figura 1A).
Figura 1A
Efecto térmico de los alimentos
El componente más pequeño del gasto energético diario en los seres humanos es el efecto térmico de los alimentos (también denominado «termogénesis dietética») y se define como el aumento de la tasa metabólica observado durante las horas posteriores a la ingestión de una comida. Se cree que el efecto térmico de los alimentos se debe al costo energético de la digestión, la absorción, el almacenamiento y el destino metabólico de los macronutrientes dietéticos. Aunque los mecanismos precisos que subyacen al efecto térmico de los alimentos no se conocen en su totalidad, existe una clara jerarquía entre los macronutrientes, siendo las proteínas las que producen un mayor incremento en el gasto energético, seguido de los carbohidratos y, en último lugar, de la grasa. En una dieta normal, el efecto térmico de los alimentos se aproxima a aproximadamente el 10% de la ingesta de energía (Figura 1A, color naranja).
Gasto energético en reposo
El gasto energético de reposo (REE) corresponde a la energía gastada cuando no se realiza actividad física y normalmente es la mayor contribución al gasto diario de energía. Contrariamente a la creencia popular, las personas con obesidad generalmente tienen un REE más alto (Figura 1A). Se sabe desde hace tiempo que la masa magra contienen los tejidos metabólicamente más activos y por lo tanto contribuye más al REE que la grasa corporal. La masa magra aumenta con la obesidad, junto con la grasa corporal, lo que resulta en un aumento del REE en comparación con las personas delgadas (Figura 1B).
Figura 1B
El REE está linealmente relacionado con la masa magra y la grasa corporal en un amplio rango de pesos, de manera que la elevación del REE debido a la obesidad se puede prever en función de cierto peso y composición corporal. Mientras que la masa magra y, en menor medida, la grasa, son buenos predictores del REE, estas variables explican sólo alrededor del 70% de su variabilidad interindividual, de tal manera que para una composición corporal dada la desviación estándar residual del REE es de aproximadamente 300 kcal por día. Dado que los órganos que contribuyen a la masa magra tienen una amplia gama de tasas metabólicas, parte de la variabilidad residual de los REE después de tener en cuenta la grasa corporal y la masa sin grasa puede ser debida a las variaciones en las masas de los órganos. Se han utilizado metodologías de resonancia magnética para cuantificar el tamaño de los órganos y las ecuaciones de predicción del REE que suman las tasas metabólicas individuales de diversos órganos explican aproximadamente el 80% de la variabilidad.
Otro contribuyente potencialmente importante al REE está relacionado con los flujos de varias vías metabólicas que requieren energía. Los principales flujos de macronutrientes como la gluconeogénesis, la lipogénesis de novo, la síntesis de triglicéridos y la renovación de proteínas requieren energía y estas tasas pueden estar influenciadas significativamente tanto por el contenido energético de la dieta como por su composición.
Gasto por actividad física
El gasto por la actividad física puede subdividirse en dos tipos de actividades, el ejercicio voluntario y las actividades de la vida diaria (...). La energía gastada en la actividad física está determinada por su duración e intensidad en proporción al peso corporal total. Por lo tanto, a pesar de ser normalmente menos activos físicamente, las personas con obesidad a menudo tienen costos energéticos diarios para la actividad física similares a quienes no sufren obesidad (Figura 1A) y el gasto energético de la actividad física disminuye con la pérdida de peso a menos que su cantidad o intensidad aumente.
Influencia del ejercicio sobre el gasto energético y el peso corporal
Aunque a menudo se considera una opción de tratamiento prioritaria para la obesidad, para dar lugar a una modesta pérdida de peso son necesarias grandes cantidades de ejercicio. Sin embargo, el ejercicio da lugar a una reducción del peso preferentemente por pérdida de por grasa corporal manteniendo la masa magra - algo que no siempre ocurre con la dieta - aunque no parece prevenir la desaceleración de la tasa metabólica durante el adelgazamiento. Las intervenciones con ejercicio normalmente resultan con menos pérdida de peso de lo esperado según las calorías gastadas y los cambios de peso individuales son muy variables incluso cuando se supervisa el ejercicio para asegurar la adhesión. Una explicación probable de estos resultados es que la energía gastada durante el ejercicio se compensa de forma variable por cambios en la ingesta de alimentos y otros comportamientos.
El recientemente propuesto "modelo de gasto energético restringido" proporciona una explicación alternativa de por qué las intervenciones de ejercicio a menudo dan como resultado una pérdida de peso mínima. De acuerdo con este modelo, se prevé que el gasto energético en actividad física se compensará con la disminución del gasto en actividades no físicas (es decir, el efecto térmico de los alimentos o el REE), lo que se traducirá en un desequilibrio energético mínimo. La base experimental del modelo de gasto energético restringido en seres humanos incluye datos transversales que demuestran que el gasto energético diario ajustado para la composición corporal es relativamente constante para una amplia gama de niveles de actividad física medidos usando la acelerometría. Además, se ha observado que los aumentos progresivos en la cantidad y la intensidad del ejercicio aeróbico no conducen a aumentos correspondientes en el gasto energético total diario en hombres y mujeres que se alimentan libremente.
Sin embargo, a diferencia de las predicciones del modelo de gasto energético restringido, el entrenamiento físico no conduce a un REE reducido en condiciones de estabilidad de peso y el REE ajustado para la composición corporal no es diferente entre personas con una amplia gama de niveles de actividad física. Además, el ejercicio puede aumentar el efecto térmico de los alimentos. Por lo tanto, cuando la actividad física aumenta a través del ejercicio, los componentes de la actividad no física del gasto energético diario no disminuyen como se predice por el modelo restringido.
Por último, los incrementos en el gasto diario de energía poco después de iniciar un programa de ejercicio pueden ser mayores que el gasto energético previsto. La posterior incapacidad para aumentar el gasto diario a medida que aumenta el volumen y la intensidad del ejercicio puede ser debido a las mejoras de la eficiencia biomecánica que disminuyen el gasto energía
Influencia de la ingesta energética en el gasto energético
Las reducciones en la ingesta energética conducen a una disminución del gasto energético en un grado que a menudo es mayor de lo esperado en función de los cambios en la composición corporal o del efecto térmico de los alimentos. Este fenómeno se denomina "termogénesis adaptativa" o "adaptación metabólica" y puede continuar durante años después de restablecer el equilibrio energético tras adelgazar, aunque sigue habiendo controversia respecto a su persistencia. Los mecanismos de la adaptación metabólica no están claros, pero pueden estar relacionados con la disminución del impulso simpático o una actividad tiroidea problemática, posiblemente como resultado de la disminución de la leptina.
La cuantificación experimental de la adaptación metabólica depende del cálculo de la diferencia residual entre los valores medidos y los valores esperados del gasto energético. Sin embargo, el gasto energético esperado se calcula normalmente basándose en los cambios observados en la grasa corporal y la masa magra e ignora factores como tamaños de los órganos o flujos alterados de vías metabólicas que requieren energía. No está claro si estas consideraciones pueden explicar las adaptaciones observadas en el gasto energético.
La adaptación metabólica puede ser interpretada teleológicamente como la respuesta del cuerpo a un estado de ayuno, disminuyendo el costo energético en un intento de prolongar la vida, dado que las reservas de energía del cuerpo son finitas. En este contexto, es interesante que la intensidad de la adaptación metabólica no se vea atenuada por la cantidad de energía almacenada, de manera que las personas con obesidad, que tienen grandes reservas de energía, experimentan disminuciones en el gasto energético similares en magnitud a las que tienen menos reservas de energía (Figura 1C).
Figura 1C
En contraste con el creciente consenso que respalda la existencia de importantes adaptaciones metabólicas al reducir la alimentación y al perder peso, la respuesta adaptativa a la sobrealimentación y al aumento de peso es menos clara. Aunque algunos investigadores han observado que la sobrealimentación provoca aumentos muy variables en el gasto de la actividad física normal, que pueden ser mayores de lo esperado en base a los cambios de peso observados, otros han encontrado que el aumento del gasto energético asociado con la sobrealimentación es coherente con lo esperado en función del aumento del efecto térmico de los alimentos, el aumento del REE y el gasto por actividad física, de acuerdo al sobrepeso acumulado.
El efecto de los cambios en la ingesta energética sobre el gasto energético y el peso corporal se han incorporado recientemente en modelos matemáticos dinámicos tanto en adultos como en niños para reemplazar el modelo estático de "calorías que entran-calorías que salen", que erróneamente asume la independencia de la ingesta y del gasto energético. Se han utilizado modelos matemáticos para calcular la llamada "brecha energética" requerida para revertir la obesidad, que asciende a ~ 200-250 kcal / d para adultos y niños a nivel de población y se han utilizado para estimar los efectos potenciales de los cambios de políticas contra el sobrepeso y la prevalencia de la obesidad.
Influencia de los macronutrientes en el equilibrio energético y la composición corporal
La energía liberada dentro del cuerpo durante la oxidación de carbohidratos, grasas y proteínas puede relacionarse con la energía derivada de su combustión en un calorímetro, haciendo correcciones para las diferentes restricciones termodinámicas y los productos finales de las reacciones. En otras palabras, cuando los macronutrientes se oxidan en un calorímetro mediante combustión o a través de las intrincadas vías bioquímicas de la fosforilación oxidativa dentro de las células, podría decirse que "una caloría es una caloría".
Sin embargo, los argumentos termodinámicos por sí solos no implican necesariamente que "una caloría sea una caloría" cuando se trata de los efectos de la composición de la dieta sobre el peso o la composición corporal. Las dietas isocalóricas que difieren en la composición de macronutrientes pueden resultar en un reparto preferencial del almacenamiento de energía hacia la grasa corporal en lugar de hacia las proteínas. Dicho reparto de la energía a largo plazo alterará las proporciones de grasa corporal y masa magra y por lo tanto influirá en el gasto energético. Se sabe que la proteína dietética influye positivamente en la masa magra durante la pérdida y el aumento de peso. Un metanálisis reciente encontró que la proteína dietética dio como resultado una pequeña influencia positiva en el REE al seguir dietas reducidas en calorías y bajas en grasas de ~ 150 kcal / día. La sobrealimentación con dietas ricas en proteínas o el seguir dietas de mantenimiento de pérdida de peso de este tipo también condujo a pequeños aumentos en el REE y a aumentos en el gasto diario de energía.
Mientras que las dietas altas en proteínas parecen ofrecer ventajas con respecto al gasto energético y a la composición corporal, hay debate respecto a los efectos relativos de los carbohidratos y la grasa en la dieta. De acuerdo con el popular modelo "carbohidratos/insulina" de la obesidad, las dietas ricas en carbohidratos serían particularmente engordantes debido a su propensión a elevar la secreción de insulina, promoviendo el almacenamiento de la grasa en el tejido adiposo y dificultando su oxidación por parte de los tejidos metabólicamente activos, conduciendo a una disminución adaptativa en la tasa metabólica. En contraste, dado que la grasa dietética no estimula la secreción de insulina, las dietas más bajas en carbohidratos pero más altas en grasa reducirían la secreción de insulina promoviendo así la pérdida de grasa del tejido adiposo haciendo que los ácidos grasos libres estén disponibles para su uso por los tejidos metabólicamente activos. La mayor disponibilidad de combustible conduciría teóricamente a un aumento de la tasa metabólica, aportando una "ventaja metabólica" neta en las dietas muy bajas en carbohidratos que supondría unas 400-600 kcal / día de gasto energético adicional.
Tales aumentos en el gasto diario de energía podrían explicar por qué las dietas bajas en carbohidratos sin restricciones en calorías suelen dar lugar a una mayor pérdida de peso a corto plazo en comparación con las que reducen la energía y las bajas en grasa. De hecho, la dieta original de Atkins que restringía los carbohidratos dietéticos, pero no las calorías, prometía a sus seguidores un "método alto en calorías para adelgazar para siempre" como resultado del aumento del gasto energético. Desafortunadamente, la evidencia experimental no apoya tal ventaja metabólica
Hemos realizado una revisión sistemática y un meta-análisis de los efectos sobre el gasto energético diario y la grasa corporal de las dietas isocalóricas que difieren en su fracción de carbohidratos y grasa, pero con igual cantidad de proteínas. Para minimizar los errores por la no adherencia dietética, incluimos sólo los estudios de alimentación controlados en los que se proporcionó la comida a los sujetos. Se encontraron 32 estudios con 563 sujetos que coincidieron con nuestros criterios de inclusión, con un % de carbohidratos dietéticos entre el 1-83% y un % de grasa entre 4-84% de las calorías totales.
La Figura 2A muestra las diferencias en el gasto energético entre dietas isocalóricas con proteínas iguales pero que difieren en la relación de carbohidratos/grasas. La diferencia en el gasto de energía fue de 26 kcal / día, y mayor para las dietas bajas en grasa. La figura 2B muestra una diferencia en el efecto de la grasa corporal entre ambos tipos de dieta de 16 g / d, con una mayor pérdida para las dietas bajas grasa. Estos resultados están en la dirección opuesta a las predicciones del modelo de carbohidratos/insulina, pero los tamaños del efecto son tan pequeños que no son fisiológicamente
significativos. En otras palabras, para todos los propósitos prácticos "una caloría es una caloría" cuando se trata de grasa corporal y de las diferencias de gasto de energía entre dietas isocalóricas controladas que varían en la proporción de carbohidratos/grasa.
Figura 2A
Figura 2B
La composición de la dieta también puede influir en la ingesta de energía cuando no se controlan las cantidades. Por ejemplo, el aumento de grasa en la dieta da lugar a una mayor ingesta de energía y una reducción de grasa consigue el efecto contrario. Sin embargo, las dietas muy bajas en carbohidratos y grasas pueden reducir el apetito al promover un aumento de cetonas, aunque los mecanismos de este efecto no están claros. Además, las dietas bajas en carbohidratos a menudo aumentan la ingesta proteica, que independientemente puede aumentar la saciedad y disminuir la ingesta energética total. Estos efectos pueden ayudar a explicar los beneficios a corto plazo para la pérdida de peso de dietas bajas en carbohidratos y altas en proteínas.
Sin embargo, los estudios de pérdida de peso a largo plazo con diferentes macronutrientes muestran trayectorias semejantes de peso corporal, que se corresponde con un deterioro de la adherencia similar en todas las dietas. Las razones de la erosión a largo plazo de la adherencia a la dieta no se conocen bien. Los posibles factores incluyen la dificultad práctica de mantener cambios en la dieta ante hábitos alimenticios arraigados desarrollados durante toda una vida en un ambiente obesogénico, así como la probabilidad de que el control de retroalimentación de la ingesta energética de lugar a un apetito cada vez mayor a medida que se pierde peso.
Control de retroalimentación de la ingesta de energía
Si bien existe un creciente consenso de que el gasto energético humano se controla activamente para luchar contra la pérdida de peso, la evidencia del control activo de la ingesta de energía es menos clara. Las observaciones a largo plazo del equilibrio calórico y de la estabilidad del peso dan soporte al control de la retroalimentación de la ingesta energética, pero estas observaciones también tienen explicaciones alternativas basadas únicamente en las adaptaciones del gasto energético y en un modelo de "settling point" de la regulación del peso corporal.
Sin embargo, los mecanismos moleculares de la regulación del apetito sugieren que el control de retroalimentación de la ingesta energética actúa como parte de un complejo sistema neurobiológico que integra influencias sociales y ambientales con señales homeostáticas relacionadas con el peso corporal, como la leptina, para controlar el comportamiento alimentario a corto plazo y el consumo de energía a largo plazo.
Conseguir una ingesta energética controlada en seres humanos es un desafío en condiciones de laboratorio y extremadamente difícil en condiciones de vida libre. Las mediciones precisas de la ingesta energética en el laboratorio han demostrado que las manipulaciones de la dieta pueden conducir a cambios compensatorios a corto plazo en la ingesta energética y se ha observado una alimentación excesiva tras un estado experimental de semi-inanición y subalimentación a corto plazo, posiblemente como resultado de señales homeostáticas debidas a la pérdida de grasa corporal y tejido magro. Sin embargo, estos resultados no pueden ser fácilmente extrapolados a periodos de tiempo largos asociados con la regulación del equilibrio energético humano en el mundo real. De hecho, la ingesta de energía en condiciones de vida normal fluctúa ampliamente de un día a otro y muestra poca correlación a corto plazo con el gasto de energía o con el peso corporal.
Por lo tanto, investigar el control de la ingesta de energía requiere la obtención de mediciones precisas de la ingesta de alimentos en personas en su vida normal a lo largo de periodos de tiempo amplios, lo cual es un reto importante. Además, la medición de la intensidad del circuito de retroalimentación de la ingesta de energía requiere perturbar de forma encubierta el gasto de energía durante periodos de tiempo prolongados y medir los cambios resultantes en la ingesta de energía. Estas dificultades se han abordado recientemente y por primera vez en humanos se ha cuantificado la intensidad del circuito de control de retroalimentación de la ingesta de energía a largo plazo.
Mediante un método matemático validado utilizando mediciones repetidas del peso corporal, se calcularon los cambios a largo plazo en la ingesta de energía en pacientes con diabetes tipo 2 tratados durante un año con un inhibidor del transportador renal de sodio de glucosa, que producía un aumento sustancial en la cantidad de glucosa excretada en la orina. La pérdida de calorías a través de la glucosa se produjo sin que los sujetos fueran conscientes y dio lugar a una pérdida gradual de peso. Se encontró que los sujetos progresivamente aumentaron la ingesta media de energía en ~ 100 kcal / día por kilogramo de peso perdido - un efecto más de tres veces mayor que el correspondiente a la adaptación del gasto energético por la pérdida de peso.
Modelos estáticos, set-point y settling-point para la regulación del peso
El control de retroalimentación a largo plazo de la ingesta y el gasto de energía tiene profundas implicaciones para la regulación del peso corporal y la comprensión del tratamiento de la obesidad. Sin estos mecanismos de control de retroalimentación, la dinámica del peso corporal sería la del modelo estático de "calorías que entran-calorías que salen", donde la ingesta de energía y el gasto son variables independientes y el cambio del peso o las señales homeostáticas relacionadas, como las de la leptina, tendrían efectos insignificantes sobre la ingesta o el gasto de energía.
La figura 3A ilustra la dinámica del peso corporal según un modelo estático que simula un hombre de 90 kg que come y gasta 3200 kcal / d durante un año, seguido de un segundo año de reducción de 300 kcal en su dieta diaria y un tercer año final consumiendo de nuevo 3200 kcal / d. Las líneas horizontales representadas en el panel superior de la figura 3A indican que la ingesta de energía (azul) y el gasto (roja) no tienen relación con el peso, y las líneas se solapan cuando hay equilibrio energético. Cuando el consumo se reduce (línea discontinua, gráfico de la izquierda), el desequilibrio energético es determinado por la distancia a la línea de gasto energético y es igual en todos los pesos. El desequilibrio constante de energía (gráfico central) resulta en una tasa constante de pérdida de peso (panel inferior) hasta que se retoma la dieta original de 3200 kcal / d, en la que se restablece el equilibrio energético, con un peso corporal reducido y estable para el último año.
Figura 3A
Debido a que el gasto se considera erróneamente constante, el modelo estático proporciona predicciones poco realistas para la pérdida de peso esperada. Además, el modelo estático ignora las dificultades de mantener el peso perdido ya que supone que una ingesta de energía igual a la inicial permite el mantenimiento del peso perdido. A pesar de tales errores obvios, el modelo estático continúa siendo utilizado tanto en individuos como en poblaciones para predecir los cambios de peso.
La Figura 3B ilustra el efecto de retroalimentación negativa del aumento del gasto energético con el peso corporal (con una pendiente de aproximadamente 20-30 kcal / d por kg, como se representa en el panel superior) correspondiente a un modelo de "settling-point". El peso corporal estable se determina por la intersección entre la línea de gasto energético creciente (roja) y la línea de ingesta de energía horizontal (azul), que se supone que es independiente del peso. Cuando se reducen 300 kcal / d de la dieta, correspondiente a un desplazamiento de la línea de la ingesta energética hacia abajo (línea discontinua, gráfico de la izquierda), el desequilibrio de energía disminuye (gráfico central) junto con el peso (gráfico de la derecha) de forma exponencial y tarda años en equilibrarse con un peso más bajo estable. Cuando la línea de ingesta de energía vuelve al valor original, la recuperación de peso se produce con un curso de tiempo exponencial, de forma similar a la fase de pérdida de peso (gráfico de la derecha).
Figura 3B
Por último, la figura 3C ilustra el modelo de "set-point", que incluye el control de retroalimentación tanto de la ingesta de energía como del gasto, con un gasto de energía que es función decreciente del peso (con una pendiente de aproximadamente -100 kcal / d por kg, como se muestra en el gráfico de la izquierda). Una intervención que cambia la línea ingesta de energía hacia abajo en 300 kcal / d (línea punteada, gráfico de la izquierda) resulta ahora en una disminución transitoria en el gasto de energía que posteriormente aumenta de forma exponencial debido al aumento del apetito a medida que disminuye el peso, junto con una disminución paralela del gasto de energía (gráfico central).
Figura 3C
El periodo de tiempo para llegar al equilibro tras adelgazar (gráfico de la derecha) se acortará en gran medida en comparación con el modelo de settling-point, dando como resultado una meseta de pérdida de peso tras aproximadamente 6 meses, sin pérdida de peso adicional a pesar de continuar con la intervención. Esto explica la meseta típica del peso después de esos 6 meses de comenzar una intervención. Tras interrumpir dicha intervención, la ingesta de energía aumenta transitoriamente por encima de la línea de base, de forma similar a lo observado después de períodos de restricción de calorías, y se recupera rápidamente el peso.
Además del control de la retroalimentación a largo plazo de la ingesta energética, mediada por señales homeostáticas relacionadas con el peso y composición corporal, el comportamiento alimentario también está fuertemente influenciado por factores sociales y ambientales, junto con hábitos alimentarios aprendidos. Mientras que las concepciones anteriores basadas en el modelo set-point se pensaba que eran incompatibles con las influencias no homeostáticas sobre la ingesta de alimentos y el peso corporal, tales efectos pueden incorporarse con naturalidad al alterar la posición o la pendiente de la línea del consumo de energía representada en la figura 3A y el peso corporal defendido se ajustará en consecuencia.
Desafortunadamente, todavía no conocemos los efectos cuantitativos de las influencias no homeostáticas en el modelo set-point, pero es probable que exista un amplio grado de variación individual. Algunas personas pueden experimentar cambios sustanciales en la ingesta de energía, junto con cambios de peso grandes, mientras que otros serán más estables. La reingeniería de los entornos sociales y alimentarios puede facilitar los cambios en la línea de consumo de energía, pero perder peso y mantenerlo usando solamente la fuerza de voluntad para reducir la ingesta de energía es difícil porque es necesario un esfuerzo considerable para poder resistir continuamente las adaptaciones fisiológicas que ocurren y que aumentan el apetito y reducen el gasto energético."
¿Qué les parece? Creo que el texto resume bastante bien cómo ha evolucionado el antiguo y simple modelo "calorías que entran-calorías que salen", que a pesar de todo, como bien dicen los autores, se sigue utilizando de forma masiva.
De cualquier forma, insisto en que este trabajo se centra en el punto de vista más calórico y termodinámico del sobrepeso. En mi opinión, para explicar y entender la obesidad hay otras perspectivas muy importantes, tales como la neuroendocrina o el contexto social, por las que Hall pasa de puntillas. Respecto a la composición de la dieta, tampoco va más allá de los macronutrientes; por ejemplo, no se entra en los posibles efectos de diferentes tipos de grasas o carbohidratos, químicamente bastante dispares y posiblemente metabólica y fisiológicamente también.
Y como siempre, si desean profundizar en cada una de sus ideas, les recomiendo leer el artículo completo, ya que incluye casi un centenar de referencias.
Mi conclusión...y por experiencia... las matemáticas no van a explicar el modelo de adelgazamiento. A mi lo que mejor me ha funcionado es una alimentación basada en el índice glucémico de los alimentos.
ResponderEliminarCentinel
ResponderEliminarVuelvo a preguntar, cual es la diferencia en la perdida de peso entre solo cambiar la alimentacion y cambiar la alimentacion sumando a hacer ejercicio?
No se puede dar una respuesta concreta a esa pregunta. Depende de la duración de la intervención, del tipo e intensidad del ejercicio, de la dieta, de la edad de sujetos... De cualquier forma, pequeña en el mejor de los casos
EliminarQue el 90% de la efectividad la vas a conseguir con la alimentación...
EliminarEl ejercicio no solo es importante para la pérdida de peso sino para el mantenimiento de la masa muscular cuando se hace una dieta para perder peso y mejorar muchos procesos metabólicos, como pueden ser el mantenimiento de la homeostasis de glucosa o el metabolismo de los lípidos.
ResponderEliminarEl ejercicio no solo es importante para la pérdida de peso sino para el mantenimiento de la masa muscular cuando se hace una dieta para perder peso y mejorar muchos procesos metabólicos, como pueden ser el mantenimiento de la homeostasis de glucosa o el metabolismo de los lípidos.
ResponderEliminarPues en mi caso desde luego que no comer si implica adelgazar y si lo acompañas de ejercicio físico, aunque sea andar, ya ni os cuento. Las calorías desde luego que importan, al menos en mi caso.
ResponderEliminar... Igual primero nos tenemos que poner de acuerdo en qué es "hacer ejercicio". Salir dar un paseo andando, cosa que suelo hacer después de comer, no lo es. Aunque creo que ese caminar si que ayuda a evitar la creación y almacenamiento de la grasa...
ResponderEliminarcaminar mueve mas sangre que hacer pesas, por lo que se puede entender que se filtra mas la sangre y reduce los niveles de depresión por lo que probablemente también reduce mas grasa...
EliminarEn primer lugar, gracias por la traducción ...y por permitir de paso a los no subscriptores a la revista acceder al contenido del artículo ;-)
ResponderEliminarDesde el punto de vista de un lego interesado en la ciencia de la obesidad, me parece una muy buena explicación de por qué el modelo del balance energético es incompleto y lleva al fracaso a las dietas que se centran en ese aspecto. Que no investigue el comportamiento de los distintos tipos de grasas me parece un aspecto menor frente a toda la evidencia que aporta. Además, seguramente el artículo pretenda ser el primero de una serie.
Yo a veces interpreto los mecanismos del hambre y la saciedad como un intercambio de información entre distintos sistemas. Sí que sería interesante ampliar la investigación,y entender cómo estos balances energéticos se corresponden con esos intercambios de señales.
En cualquier caso, el artículo merece más de una lectura.
Puede ser menor... o puede que no. En este estudio con ratas solo se cambio el tipo de aceite que comían, todas tenían los mismos macronutrientes y las mismas calorías. Las que ingirieron aceite de oliva virgen extra fueron las que menos engordaron:
Eliminarhttp://www.jnutbio.com/article/S0955-2863(07)00013-7/abstract
Y hay más estudios con resultados parecidos.
Yo tampoco creo que sea un tema menor ...en efecto la elección de unas buenas grasas de unas buenas proteínas y de unos buenos carbohidratos (pocos hay) dado su diferente comportamiento metabólico es fundamental para la perdida de peso y la final estabilización.
EliminarEn primer lugar, gracias por la traducción ...y por permitir de paso a los no subscriptores a la revista acceder al contenido del artículo ;-)
ResponderEliminarDesde el punto de vista de un lego interesado en la ciencia de la obesidad, me parece una muy buena explicación de por qué el modelo del balance energético es incompleto y lleva al fracaso a las dietas que se centran en ese aspecto. Que no investigue el comportamiento de los distintos tipos de grasas me parece un aspecto menor frente a toda la evidencia que aporta.
Yo a veces interpreto los mecanismos del hambre y la saciedad como un intercambio de información entre distintos sistemas. Sí que sería interesante ampliar la investigación,y entender cómo estos balances energéticos se corresponden con esos intercambios de señales.
En cualquier caso, el artículo merece más de una lectura.
Por fin alguien que se entera un mínimo sobre como va la cosa... Aunque sigue equivocado porque esos limites y valores además, son cambiantes.
ResponderEliminarAh vale, sí que se entera... Es que es tan largo el texto que no lo habia leido bien.
ResponderEliminarMuy bueno!!!!
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