Lo que dice la ciencia para adelgazar de forma fácil y saludable

4 feb 2013

¿Son malas para la salud las grasas omega-6?

Cuando escribí el artículo sobre los aceites vegetales, ya mencioné la controversia existente sobre los ácidos grasos omega-6, presentes sobre todo en los aceites vegetales. Durante los últimos años se ha extendido la idea de que una elevada cantidad de este tipo de grasas son dañinas para la salud por su supuesto efecto inflamatorio, sobre todo después de que Artemis Simopoulos publicara su libro "The omega diet" y varias cabezas visibles del mundo de las dietas defendieran sus ideas, con recomendaciones basadas en dos estrategias: reducir la ingesta de omega-6 o aumentar la relación omega-3/omega-6.




Este nuevo enemigo se ha convertido para algunos en una de las claves negativas de la dieta occidental, llegando a achacársele todo tipo de problemas relacionados con la salud y la obesidad. Pero a pesar del impacto de esta nueva corriente, la realidad es que la evidencia científica existente contra este tipo de grasas es muy escasa.

Una de las revisiones más mencionadas y que precisamente llega a  la conclusión de que hay que aumentar la relación omega-3/omega-6 por asociarse su mayor ingesta con un mayor riesgo cardiovascular es "n-6 fatty acid-specific and mixed polyunsaturate dietary interventions have different effects on CHD risk: a meta-analysis of randomised controlled trials" (2010). Sin embargo, expertos de la universidad de Harvard criticaron duramente sus conclusiones en la misma revista que se publicó, en el British Journal of Nutrition, en un artículo de poco después "n-6 Fatty acids and risk for CHD: consider all the evidence", pues pensaban que la interpretación que habían hecho sus autores no era correcta y que de ningún modo podía concluirse que la ingesta de omega-6 se asociara a un mayor riesgo cardiovascular. De cualquier forma, esa no ha sido la única revisión que pone pone en duda la idoneidad para la salud de las grasas omega-6, también la reciente "Health Implications of High Dietary Omega-6 Polyunsaturated Fatty Acids" (2012)  concluyó que un aumento de la relación O-3/O-6 podría ayudar a prevenir la enfermedad cardiovascular.

Pero hay otras importantes que han llegado a conclusiones muy diferentes. La revisión de 2009 "Major types of dietary fat and risk of coronary heart disease: a pooled analysis of 11 cohort studies no encontró un rol relevante al ratio O-3/O-6 ni al exceso de omega-6. Y tampoco lo hizo la publicada en 2010  "n-6 Fatty acids and cardiovascular health: a review of the evidence for dietary intake recommendations", llegando incluso a las conclusiones contrarias.

También los más recientes estudios obtienen resultados poco concluyentes y las pruebas epidemiológicas en contra de la elevada ingesta de omega-6 no acaban de llegar. Por ejemplo, en el estudio de intervención "Effect of altering dietary n-6:n-3 PUFA ratio on cardiovascular risk measures in patients treated with statins: a pilot study" (2012) se encontraron efectos positivos en los indicadores de enfermedad cardiovascular tanto con el aumento de omega-3 como con el de omega-6, sin que la relación O-3/O-6 fuera relevante.

Los grandes estudios observacionales tampoco encuentran evidencias en contra del omega-6 en lo que respecta a la enfermedad cardiovascular. Uno de los más recientes, "Omega-6 fatty acids and risk of heart failure in the Physicians' Health Study" (2013) no le encontró ninguna asociación con la enfermedad cardíaca. Tampoco el famoso y masivo "Dietary Fat Intake and Risk of Coronary Heart Disease in Women: 20 Years of Follow-up of the Nurses' Health Study" (2005) encontró correlación alguna entre ambos factores.

Respecto a otras enfermedades, la revisión de 2011 "A high ratio of dietary n-6/n-3 polyunsaturated fatty acids is associated with increased risk of prostate cancer" encontró cierta asociación entre el cáncer de próstata y una mayor ingesta de omega-6, pero la más reciente "Relationship of dietary intake of omega-3 and omega-6 Fatty acids with risk of prostate cancer development: a meta-analysis of prospective studies and review of literature" no encontró ninguna o la que encontró fue incluso inversa. Igualmente, en "Omega-3 and omega-6 fatty acid intakes and endometrial cancer risk in a population-based case-control study"  (2012) se encontraron incluso efectos protectores al consumo de omega-6 en la prevención del cáncer de endometro.

Por otro lado, el estudio de 2012 "Association between interaction and ratio of ω-3 and ω-6 polyunsaturated fatty acid and the metabolic syndrome in adults" no observó asociación entre el ratio O-3/O-6 y el riesgo de síndrome metabólico. Sin embargo, el estudio "The association of red blood cell n-3 and n-6 fatty acids to dietary fatty acid intake, bone mineral density and hip fracture risk in the Women's Health Initiative" (2012) sí encontró una asociación entre la densidad ósea y un ratio O-3/O-6 menor.

Para finalizar, la revisión “Effect of dietary linoleic acid on markers of inflammation in healthy persons: a systematic review of randomized controlled trials” (2012) analizó una de las cuestiones más controvertidas de los ácidos omega-6, el supuesto (y negativo) efecto inflamatorio que algunos le achacan. Pero los autores, tras analizar todos los ensayos de intervención sobre el tema, no encontraron evidencias de que respaldaran esta acusación.

Como puede observar, el tema no es sencillo. Los resultados son diversos y contradictorios, probablemente porque los efectos de cada uno de estos ácidos grasos, tanto los del omega-3 como los del omega-6, son complejos y quizás dependan de otras variables, del resto de la dieta e incluso del estilo de vida que se lleve. O tal vez los omega-6 tengan un efecto beneficioso hasta cierto valor, que posteriormente desaparezca al superarse ciertas cantidades.  Sin duda, dado el interés que despiertan, futuras investigaciones nos irán aclarando el rol de estos ácidos grasos en nuestros procesos metabólicos.

Como conclusión, en mi opinión, en la actualidad no hay evidencia científica sólida para afirmar que la ingesta de omega-6 sea especialmente poco saludable o que haya que considerar la relación O-3/O-6 como un aspecto fundamental para la salud, así que no creo que haya razones para obsesionarse con el tema. Y tampoco para limitar la ingesta de aceites vegetales tan valiosos como el aceite de oliva, cuyos beneficios para la salud se ha demostrado en innumerables estudios.

De cualquier forma, una estrategia nutricional saludable siempre incluye el consumo de pescados azules (ricos en omega-3) y una reducción de la ingesta de alimentos altamente procesados, sobre todo precocinados y bollería industrial (ricos en omega-6),  por lo que siguiendo estas recomendaciones y comiendo alimentos naturales y comida de verdad estaremos precisamente logrando un aumento del ratio omega-3/omega-6, lo hayamos pretendido o no. Y con eso es probable que sea suficiente.

5 comentarios:

  1. Muy interesante la entrada.Yo cortaria los PUFA´s almenos en forma de suplemento. Sethh en esto tiene razón, los pufa´s se oxidan solo con mirarlos!!

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  2. Que cantidad minima de veces por semana debemos comer pescado junto con los alimentos naturales para tener una buena relación entre los diferentes tipos de ácidos grasos ?

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  3. Luis Gregorio, aquí tienes la respuesta
    http://loquedicelacienciaparadelgazar.blogspot.com/2012/05/la-piramide-de-alimentos-de-lo-que-dice.html

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  4. Otro de los temas controvertidos, aunque con mucho campo de estudio. En la mayoría de los estudios que he visto de intervención se relaciona el consumo de omega-6 con riesgo cardiovascular. Que le pregunten al Dr. William Harris.

    Por otra parte, aquí hay otra muestra muy, muy interesante sobre implicaciones de omega-6 en la salud (y reciente, de ayer)

    http://www.bmj.com/content/346/bmj.e8707

    ¡Saludos!

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  5. Interesante enlace, Daniel, había leído sobre el estudio, con datos antiguos que han sido "recuperados" de una intervención de la década de los 60. De esas historias que enganchan.
    Tengo que mirarlo con detenimiento, a ver si han aislado el tema de las grasas trans, que también podría haber influido. ¡Vamos a por él!

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