Patty W. Siri-Tarino es una investigadora del Children’s Hospital Oakland Research Institute que se hizo especialmente popular por su revisión "Meta-analysis of prospective cohort studies evaluating the association of saturated fat with cardiovascular disease" (2010). Este trabajo es muy conocido y citado porque puede considerarse el primer gran metaanálisis de estudios observacionales que no encontró relación entre el consumo de grasa saturada y la enfermedad cardiovascular. Para muchos fue el que estudio que inició la cuenta atrás del final de la guerra contra este tipo de grasa.
La mayoría de las publicaciones de Siri-Tarino - que tampoco son demasiadas, todo sea dicho - se centran en el ámbito de la nutrición, las grasas y el colesterol. Y la última no se aleja de esta especialidad, ya que vuelve a profundizar en el efecto del intercambio de los diferentes macronutrientes en el riesgo cardiovascular. Se trata de "Saturated Fats Versus Polyunsaturated Fats Versus Carbohydrates for Cardiovascular Disease Prevention and Treatment" (2015), publicada en Annual Review of Nutrition hace tan solo unos días; una revisión bastante detallada del estado actual del conocimiento respecto al rol en la prevención y tratamiento de la enfermedad cardiovascular de las grasas saturadas dietéticas y su posible sustitución por insaturadas y carbohidratos. El documento completo tiene casi 30 páginas y hace un pormenorizado repaso a lo que se concluye en una gran cantidad de estudios respecto a indicadores clásicos como el colesterol, pero también otros menos habituales como la inflamación. También se habla de las posibles consecuencias de la aportación de grasas saturadas desde diferentes alimentos y en el marco de diversos patrones alimentarios específicos.
La lectura completa es muy recomendable e incluye un par de atractivas ilustraciones que ayudan a entender algunos procesos metabólicos, como la que adjunto a continuación, en la que se explica el proceso de la aterosclerosis a partir de las partículas LDL pequeñas y de alta densidad:
Esta revisión no difiere demasiado de similares trabajos que están viendo a la luz durante los últimos años. Confirma que el efecto sobre la enfermedad cardiovascular de las grasas en general y de las grasas saturadas en particular es bastante complejo y probablemente menos influyente de lo que se pensaba. Por lo que ya va siendo hora de ser un más indulgente en las recomendaciones dietéticas respecto a sus restricción.
Para que puedan conocerlas de primera mano, les traduzco libremente las conclusiones finales de los autores:
"La sustitución de la grasa saturada por ácidos grasos poliinsaturados se asocia con beneficio cardiovascular en la mayoría de los ensayos metabólicos, epidemiológicos y clínicos, pero al sopesar la evidencia de los efectos de nutrientes específicos deben tenerse en cuenta las advertencias respecto a su diseño, tales como el efecto residual de las variables de confusión en los estudios epidemiológicos y los cambios en múltiples variables dietéticas en los ensayos aleatorios. Los estudios epidemiológicos observacionales apoyan una asociación beneficiosa entre los ácidos grasos omega-3 y la enfermedad cardiovascular; sin embargo, los ensayos clínicos a día de hoy no lo han confirmado de forma consistente. Por el contrario, la sustitución de los ácidos grasos saturados por ácidos grasos trans se ha asociado a factores adversos de riesgo, mientras que la sustitución por carbohidratos no se ha asociado con beneficios e incluso podría estar asociada a un aumento de riesgo. Estos efectos son probablemente multifactoriales, incluyendo los efectos en las lipoproteínas aterogénicas, en particular en partículas LDL pequeñas y densas.
Una preocupación particular con respecto a la creciente población de individuos con exceso de adiposidad y resistencia a la insulina es que pueden ser particularmente sensibles a los efectos adversos sobre las lipoproteínas de los carbohidratos refinados y procesados, y también resistentes a la disminución del LDL mediante la reducción de las grasas saturadas.
Los efectos de otros escenarios de intercambio de las grasas saturadas en factores de riesgo de enfermedad cardiovascular distintos a los de lípidos y lipoproteínas son ambiguos, con la evidencia más sólida en efectos proinflamatorios derivados de estudios celulares y animales.
Es importante destacar la acumulación de evidencia indicando que diferentes alimentos que aportan grasas saturadas pueden presentar asociaciones diferentes respecto al riesgo, independientemente de su contenido de grasas saturadas. Probablemente se deba a otros componentes que podrían afectar individualmente o sinérgicamente en el desarrollo y progresión de las enfermedades cardiovasculares. Por lo tanto, la grasa saturada contenida en los alimentos no es necesariamente un criterio útil sobre el que basarse en la elección de los alimentos.
Los patrones dietéticos que hacen hincapié en los vegetales, pescado, nueces y en la sustitución de cereales refinados por integrales son los pilares de un corazón saludable. No ha quedado demostrado que las grasas saturadas deban ser reducidas en el contexto de tales patrones dietéticos."
Pregunto: No es contradictorio decir que las grasas saturadas no tienen tanta importancia en la enfermedad vascular y recomendar vegetales nueces pescado... Alimentos bajos en grasa saturada en general?
ResponderEliminarEl consumo de vegetales, nueces, pescado, etc. se asocia en gran cantidad de estudios a mejores indicadores de salud, por eso se recomiendan. Independientemente de las grasas saturadas.
EliminarVamos que dice que hagas una dieta con alimentos pobres en grasas saturadas, pero no por éstas sino por otras sustancias... Me parece que es liar al consumidor....
EliminarMás lía al consumidor decirle que la culpa la tienen las saturadas, sin que haya pruebas clara de ello.
EliminarSugerencia para un post (o más de uno).
ResponderEliminarLa abrumadora mayoría de la información que se puede encontrar en internet en estos días discute la salubridad o insalubridad de una dieta (salud cardiovascular y obesidad incluídas) basándose en las proporciones de los 4 macronutrientes. ¿No estaremos siendo demasiado miopes en nuestra concentración?
Existen hipótesis alternativas. Una de ellas, la que dice que la composición macronutricional tiene relativamente poca importancia, que lo que importa son los alimentos que tomamos, parece digna de más atención. Por desgracia el número de artículos científicos estudiando esta alternativa todavía es comparativamente bajo.
Para ilustrar, un extracto del editorial de Mozaffarian y Ludwig el año pasado en JAMA (mis disculpas por las posibles inexactitudes en la traducción):
"La ciencia nutricional ha avanzado rápidamente, actualmente la evidencia demuestra las grandes limitaciones de las métricas basadas en nutrientes en la prevención de enfermedades crónicas. En gran medida el porcentaje de energía total ingerido en forma de grasas no parece estar relacionado con las enfermedades cardiovasculares, cancer, diabetes, u obesidad. La grasa saturada (blanco de casi todas las organizaciones profesionales y agencias gubernamentales relacionadas con la nutrición) tiene poca relación con la enfermedad cardíaca dentro de los patrones dietéticos mayoritarios. Las típicas recomendaciones de consumir al menos la mitad de las calorías en carbohidratos, un nutriente no esencial para los humanos, meten en el mismo saco alimentos con efectos fisiológicos muy distintos (p.e., arroz integral, pan blanco, manzanas). Ciertos alimentos son agrupados en base a su contenido proteico (pollo, pescado, alubias, frutos secos) a pesar de tener efectos demostrablemente diferentes sobre la salud. Con pocas excepciones (p.e., grasas omega-3, grasas trans, sal), los componentes individuales aislados poco afectan a las enfermedades crónicas. Así pues, poca de la información en la etiqueta nutricional de los productos proporciona datos útiles a la hora de seleccionar los más saludables para prevenir enfermedades crónicas.
En contraste con los nutrientes individuales, alimentos y patrones dietéticos concretos sí que afectan sustancialmente los riesgos de enfermedades crónicas, como muestran los ensayos clínicos sobre factores de riesgo y los estudios prospectivos de cohorte sobre manifestación de enfermedades. Las frutas, vegetales, granos integrales, y frutos secos son consistentemente asociados con menor riesgo de enfermedad. El consumo de pescado reduce el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiaca, contradiciendo su clasificación junto a otras fuentes de proteinas. Por contra, las carnes procesadas, comidas preparadas y comida rápida, y los refrescos azucarados, aumentan el riesgo de enfermedad crónica. Los efectos de los alimentos probablemente reflejan complejas interacciones y sinergias entre su estructura, forma de preparación, perfil de ácidos grasos, calidad de los carbohidratos (p.e., índice glicémico, contenido de fibra), tipo de proteínas, micronutrientes, y fitoquímicos. Los patrones de alimentación saludable comparten muchas características, priorizan los alimentos integrales o mínimamente procesados y los aceites vegetales, con pocos altamente procesados o bebidas azucaradas. Este tipo de dietas son además naturalmente bajas en sal, grasas trans, grasas saturadas, carbohidratos refinados y azúcares añadidos; son altas en grasas insaturadas, fibra, antioxidantes, minerales, y fitoquímicos; y son más saciantes. Por tanto, poner el acento en los alimentos aumenta la probabilidad de consumir más nutrientes saludables y menos calorias, y disminuye el riesgo de enfermedad crónica, lo opuesto de lo ocurrido durante décadas de recomendaciones dietéticas basadas en nutrientes.
(...continuación)
ResponderEliminarLa aproximación basada en nutrientes puede dar pie a prácticas dietéticas que desafían el sentido común. Actualmente se comercializan incontable cantidad de productos altamente procesados en los que se ha reemplazado la grasa con carbohidratos, rodeados de un aura de saludabilidad pero sin beneficios reales para la salud. Las guías nutricionales de las escuelas especifican un número mínimo de calorías totales pero un máximo en la proporción de calorías en grasas, y para alcanzar estos objetivos se han usado platos como postres de gelatina y leche desnatada azucarada. Basándose fundamentalmente en consideraciones sobre unos pocos nutrientes, un programa nacional de prevención de la obesidad clasifica el yogur de leche entera y el queso junto a los donuts y las patatas fritas como alimentos a comer ocasionalmente; las verduras salteadas y el atún en aceite vegetal con los untables de queso procesado y las rosquillas (N.T. en el original "pretzels") como alimentos a comer de vez en cuando; y las frutas frescas y vegetales con la ternera magra y la mayonesa sin grasa (?) como comidas a tomar prácticamente en cualquier momento. Llevando el enfoque de los nutrientes a extremos egoístas, la industria alimentaria "refuerza" alimentos altamente procesados, como cereales refinados y bebidas azucaradas, con micronutrientes seleccionados, y los caracteriza de nutritivos. Estos trucos de marketing proporcionan escasos beneficios a la salud pública y podrían potencialmente provocar daños.
La actualmente prevalente estrategia enfocada en los nutrientes tiene amplias consecuencias, influyendo las prioridades en el etiquetado, las políticas sobre almuerzos escolares y ayuda alimentaria a hogares con bajos ingresos, la formulación de los productos en restaurantes e industria, y la percepción pública de lo que son alimentos saludables y no saludables. Este enfoque contribuye a la confusión, distrae de estrategias más efectivas, y promueve la promoción y consumo de productos procesados que satisfacen nominalmente los requerimientos nutricionales pero perjudican la calidad dietética en su conjunto. El relativamente nuevo foco en los nutrientes acompaña una discrepancia creciente entre teoría y práctica: cuanto mayor el acento en los nutrientes, menos saludables se volvían los alimentos. Según actualizan sus guías dietéticas las organizaciones nacionales e internacionales, los objetivos basados en nutrientes deberían ser reemplazados por objetivos basados en alimentos. Ese cambio facilitaría el traslado al público, seguiría los avances científicos en prevención de enfermedades crónicas, mitigaría la manipulación de la industria, y corregiría las ampliamente extendidas percepciones erroneas sobre lo que es una dieta saludable.
Aunque esta idea pueda parece radical, realmente representa una vuelta a formas de comer más tradicionales y probadas en el tiempo. Algunas poblaciones han tenido patrones dietéticos basados en alimentos saludables durante generaciones. Hoy la ciencia nutricional proporciona evidencias sustanciales de como alimentos y patrones alimentarios afectan a la salud, guiando el diseño de tácticas más efectivas para la prevención de enfermedades crónicas."
Fuente: http://jama.ama-assn.org/cgi/content/extract/304/6/681?maxtoshow=&hits=10&RESULTFORMAT=&fulltext=ludwig&searchid=1&FIRSTINDEX=0&sortspec=date&resourcetype=HWCIT
Después de años de estudio las hipótesis más populares siguen sin producir resultados satisfactorios. ¿No va siendo hora de explorar hipótesis alternativas?
Maravilloso articulo.
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