Dado que la población y el consumo no paran de crecer y que los recursos de nuestro planeta son limitados, es importante disponer de información fiable para poder priorizar actividades en función de su sostenibilidad. Afortunadamente para nosotros, la alimentación es una de esas actividades crecientes, así que durante las próximas décadas habrá que trabajar intensamente en reducir el brutal impacto ambiental que produce el dar de comer a toda la humanidad.
Sin embargo, las autoridades sanitarias no suelen tener en cuenta esta perspectiva en toda su magnitud a la hora de desarrollar sus políticas. Se han hecho algunas aproximaciones, como la de los autores del último informe científico del Advisory Committe que sirvió como base para las Dietary Guidelines for Americans (DGA) 2015-2020. Fue uno de los primeros en los que se realizó una evaluación del factor de sostenibilidad (capítulo 5, página 375), de forma bastante genérica y en base a patrones dietéticos y a la tipología del pescado. Sus conclusiones también fueron bastante limitadas, confirmando una idea bastante conocida: que conviene reducir los alimentos de origen animal, ya que tienen mayor impacto que los de origen vegetal. Pero los redactores de las directrices no lo incluyeron de forma explícita en el documento final.
Los científicos y expertos trabajan intensamente en este área y es de esperar que poco a poco vayamos conociendo más detalles, hasta llegar al impacto ambiental que puede suponer la disponibilidad de cada alimento, para así poder promover el consumo de los que lo tienen menor. Sin duda será una labor complicada, ya que la cantidad de variables que hay que tener en cuenta es elevada. Basta pensar en todo lo que hay que hacer para que un filete, un pescado o un huevo lleguen a nuestro estómago, desde la fecundación de los animales que los generan, hasta el hecho de cocinarlos para su ingesta, pasando por su propia alimentación, cuidado, captura, sacrificio, procesado e incluso transporte.
Mientras tanto, podemos ir utilizando los resultados de algunos estudios como referencia. Por ejemplo, hace unos días se publicó "The environmental cost of animal source foods" (2018), una investigación en la que se analizó el posible impacto ambiental de diversos tipos de alimentos de origen animal, utilizando como cantidad de referencia 40 gramos de proteínas. Los alimentos se organizaron en tres grupos - el pescado de acuicultura o piscifactoría, la ganadería y el pescado de captura - y se calcularon cuatro variables medioambientales: el consumo energético, la emisión de gases de efecto invernadero, el potencial de eutrofización (acumulación de residuos orgánicos en el agua) y el potencial de acidificación del agua.
El estudio incluye unos gráficos que permiten visualizar bastante bien los resultados finales; los autores representaron cada familia de alimentos en diferentes colores (rojo acuicultura, amarillo ganadería y azul pescado de captura) y calcularon el valor medio de impacto ambiental para cada una de las variables.
Y estos fueron los resultados (cuanto más abajo esté la linea horizontal del valor promedio de cada alimento, menor impacto ambiental):
Consumo de energía:
Emisión de gases de efecto invernadero:
Potencial de eutrofizacion:
Potencial de acidificación del agua:
Como pueden observar, los rangos son muy amplios, por lo que se podría deducir que las diferencias son grandes en función de los métodos de producción utilizados.
Si comparamos cada grupo, en lo que respecta a la acuicultura (rojo) los alimentos con menor impacto serían los moluscos y el salmón. En el grupo de ganadería (amarillo) destacaría el pollo, seguido del cerdo. Y en el de pesca de captura (azul) serían más respetuosos con el medio ambiente el pescado pequeño y el pescado blanco. Por contra, el pez gato de acuicultura, la carne de vacuno y la pesca de invertebrados (como la langosta) parecen ser los de mayor impacto ambiental.
Insisto en que el tema es complejo y que este análisis se limita a una serie de grupos de animales, a fases de la producción muy generales y a una cantidad estándar de proteínas, pero como ya he dicho, estos datos pueden servirnos como una primera aproximación al tema y para hacernos una idea general a la hora de tomar nuestras decisiones desde la perspectiva medioambiental.
De cualquier forma, personalmente creo que la solución realmente relevante para la sostenibilidad llegará de innovaciones mucho más radicales como la carne cultivada, pero este es otro tema y todavía falta bastante para poder comprar ese tipo de artículos en nuestro supermercado...
Muchas gracias, lo voy a usar en mis clases.
ResponderEliminarJaume.
Estimado Jiménez, hay algo raro en todo esto. Entiendo que los moluscos tengan un bajo impacto... pero ¿los salmones?. Incluir a la salmonicultura de bajo impacto ambiental (considérese todos los aspectos señalados en el artículo) es poco menos que desmontar los principios de la termodinámica. No tengo duda que la acuicultura es una eficiente manera de producir proteínas y alimentos de calidad, pero, fundamentalmente la acuicultura de especies que se alimentan de niveles bajos de la cadena trófica.
ResponderEliminarNo sabría responderte, Javier. Supongo que será un sistema bastante eficiente y muy optimizado desde la perspectiva productiva industrial.
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