En un reciente estudio de seis meses de duración, realizado en el Hospital John Hopkins, han dividido a sesenta participantes en dos grupos, uno sometido a una dieta baja en carbohidratos y el otro a una baja en grasas, con objeto de analizar la evolución del riesgo cardiovascular. Las dietas eran isocalóricas, es decir, aportaban el mismo número de calorías.
La conclusión principal ha sido que, independientemente de la dieta seguida, las personas que más grasa abdominal perdieron tenían arterias más flexibles, que permitían un mejor flujo de la sangre, pudiéndose reducir así el riesgo cardiovascular debido a infartos o ictus.
Por otro lado, las personas que siguieron la dieta baja en carbohidratos (tampoco era demasiado baja, un 30% de las calorías las aportaba este macronutriente) adelgazaron unos 13 kilos, mientras que las que siguieron la baja en grasas, cerca de 9 kilos.
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