La verdad es que cuando he leído el resumen y los resultados, me he quedado un poco frío. Los autores concluyen al final de su trabajo que las personas que con más disciplina siguen sus recomendaciones tienen un 34% menos de riesgo relativo de morir prematuramente que las que lo hacen con menos rigor. A mí me parece una valor pequeño para haber comparado personas que tienen una vida muy poco recomendable contra otras con hábitos muy saludables. ¡Alguno hasta podría plantearse si merece la pena tanto esfuerzo para un 34% de riesgo relativo!
Así que, como imaginarán los que me van conociendo, me han entrado ganas de trastear un poco y he decidido ponerme a leer el estudio completo. Y les explico algunas cosas con las que me he encontrado.
Las recomendaciones en cuestión de estas instituciones son una decena, y para el estudio se utilizaron datos de seis de ellas relacionadas con la nutrición y la obesidad, que son las siguientes:
- Evitar la grasa corporal
- Tener actividad física
- Reducir alimentos que promuevan el sobrepeso
- Comer alimentos vegetales
- Limitar carne (reducir carne roja y evitar procesada)
- Limitar las bebidas alcohólicas
Además de los datos generales, el estudio incluye una información más interesante y valiosa, los riesgos asociados a cada uno estos niveles de cumplimiento de las seis recomendaciones. Les recuerdo que son riesgo relativos (HR) y que en este caso se toma como riesgo de referencia aquel que tiene un nivel 0, es decir, los que menos siguen las recomendaciones. Por lo tanto, es esperable es que aquellos que estén en un nivel 0,5 o en un nivel 1 , obtengan valores de riesgo (HR) menores que esta referencia.
¿Es así? Más o menos, pero no siempre. Estos son los resultados:
Como puede observar, hay al menos un par de cosas llamativas en esta tabla. En mi opinión, lo más destacado es que la recomendación nº 5, la limitación de carne, no parece estar correlacionada con la disminución de riesgo. Como hemos visto en varios artículos anteriores, las directrices que se dan sobre la carne (a menudo demonizándola con bastante alegría) no parecen ser muy eficaces y los resultados de estudios epidemiológicos son heterogéneos y muy diversos. Creo que cabría preguntarse si también en este caso son correctas.
Para la carne son estos los niveles de cumplimiento definidos:
- Nivel 1 (cumplimiento total): Menos de 500 gr a la semana de carne (roja + procesada), de la cual es procesada menos de 3 gr diarios
- Nivel 0,5 (cumplimiento intemedio): Menos de 500 gr a la semana de carne (roja + procesada), de la cual es procesada entre 3 y 50 gr diarios
- Nivel 0 (cumplimiento bajo o nulo): 500 gr o más a la semana de carne (roja + procesada) o más de 50 gr diarios de procesada.
Por otro lado, y aunque menos claramente, también puede generar debate la recomendación número 3, la de limitar los alimentos que promueven el sobrepeso. Sí, esa que me parece redundante con la primera... pero mucho menos efectiva, visto el riesgo. Los valores (1 - 0,89 - 0,91) indican que las personas que más cuidadosamente siguen las recomendaciones consiguen peores resultados (0,91) que aquellas que lo hacen de forma intermedia (0,89). Y en ambos casos, la reducción de riesgo es pequeña.
Esta tercera recomendación realmente está subdividida en tres apartados, uno sobre la densidad energética de los alimentos ingeridos (es decir, las calorías que aportan), otro sobre el hábito de consumo de refrescos azucarados y otro sobre la comida rápida. Esta es la definición detallada por niveles de los dos primeros (en el estudio no se ha incluido el tercero por falta de datos):
Densidad energética:
- Nivel 1 (cumplimiento total): Densidad energética menor de 125 kcal/100gr
- Nivel 0,5 (cumplimiento intemedio): Densidad energética entre 125 y 175 kcal/100gr
- Nivel 0 (cumplimiento bajo o nulo): Densidad energética mayor de 175 kcal/100gr
Refrescos:
- Nivel 1 (cumplimiento total): No se toman refrescos azucarados
- Nivel 0,5 (cumplimiento intemedio): Menos de 250 gr de refrescos azucarados al día
- Nivel 0 (cumplimiento bajo o nulo): Más de 250 gr de refrescos azucarados al día.
En mi opinión, el problema puede estar en la utilización del factor de densidad energética para establecer si un alimento es malo o bueno. Como ya he comentado más de una vez en este blog, una mayor densidad energética (más calorías por gramo de alimento) no implica necesariamente que un alimento sea menos saludable y como estrategia para evitar el sobrepeso tampoco es un enfoque que haya demostrado gran eficacia en la práctica. De hecho, hay unas cuantas excepciones, alimentos muy necesarios y totalmente recomendables en cualquier dieta equilibrada, que presentan una elevada densidad energética, como por ejemplo el aceite de oliva, las nueces o el aguacate.
Además, como ya he comentado, si en la primera recomendación ya se limita la grasa corporal, ¿por qué de nuevo en esta tercera se hace referencia a alimentos que hacen engordar? ¿Y si soy una persona delgada y genéticamente agraciada para no engordar nunca, el comer alimentos de este tipo de alta densidad energética también sería malo?
Bien, les planteo todas estas reflexiones porque, reconociendo que las recomendaciones nutricionales oficiales han evolucionado positivamente durante los últimos años, creo que este estudio es un ejemplo de que todavía algunas son mejorables. Yo encuentro en este trabajo excelente información para revisarlas y afinarlas más, de forma que sean aún más eficaces para prevenir enfermedades y evitar muertes prematuras. Porque las evidencias científicas - no solo las de este este estudio, evidentemente, sino bastantes más - parecen indicar que vendría bastante bien hacerlo.
Este artículo participa en la tercera edición del carnaval de nutrición, organizado por Scientia
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